Thursday, September 19, 2013

Reflexiones del terremoto de 1985


Las tragedias se han convertido noticia de todos los días. La tragedia ha dejado de ser tragedia para convertirse en normalidad. El 19 de septiembre de 1985 muchos vivimos en carne propia la tragedia de aquellos terremotos en la ciudad de México, nos dejaron una marca de por vida. Otro terremoto en América Latina fue el de Managua el 23 de diciembre de 1972, una persona amada mía le sobrevivió y como ella reconoce le marcó la vida, le dio sentido de sobrevivencia y consiciencia de su existir. La tragedia cada vez comienza a tomar mayor significado para quienes la sufren, no así para quienes son espectadores, porque hay una gran soledad impulsada por lo efímero e instantáneo. La frivolidad de los medios, el sensacionalismo, el énfasis en el interés político para golpear ideológicamente ya sea desde el poder o desde la oposición, el sentido de soledad en el mundo conectado, nos hace ver la tragedia como algo cotidiano como un espectáculo que después de unos días será una noticia vieja, en inglés: "Old news, what is next...".

Es importante re-encontrarse con nuestra realidad humana en momentos de tragedia, debemo dejar de ver la tragedia como un espectáculo, sino reconocerle en su dimensión de experiencia real y viva de sufrimiento de aquel que puede ser YO. De aquel que soy YO. El YO no es realidad sin el SOMOS, el TU no es real sin el ESTAMOS. En la tragedia: somos y estamos. Compartimos el dolor, porque nos conecta el sentir igual: la perdida de alguien, de algo, de nosotros, de nuestra solidaridad, de la vida.

El abuso en tiempos de tragedia es el peor de los pecados pues es la deshumanización última a la que la frivolidad nos ha empujado. Un televisor se convierte más importante que la vida, la pose política se convierte más importante que la víctima, el lucro de la tragedia se convierte en la corona del capitalismo que explota la buena voluntad y el dolor para agrandar la fortuna y la riqueza. La tragedia sirve de bandera a la izquierda. Pero pocos ven a la tragedia como lo que es, la desgracia de nosotros mismos, quienes están en medio del problema y quienes lo observamos.

Dar la mano, ofrecer comida, dar los recursos propios es un gesto humano, pero no es suficiente. Es importante retomar como estilo de vida el amor al prójimo. Solo así en ese prójimo podremos descubrir nuestra propia humanidad.

Si bien y es necesario el análisis de lo sucedido, debe estar siempre acompañado de la dimensión humana: es acerca de las víctimas y de su dolor que es el nuestro. Periodista Obed Arango Hisijara

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